Casi todos saben cómo empieza las señales de amor. Inicia así como “de repente”, tripulado por miradas, sueños, música y todo bajo la capitanía de la sorpresa. Porque enamorarse siempre es una sorpresa, ¿no?
De hecho en medio de tanta continuidad y moderada exaltación que existe en nuestras vidas, enamorarse es un disparate. Que valga o no la pena debería tenernos sin cuidado, quien quiera sufrir enamórese, y quien quiera vivir algo extraordinario enamórese también.
Casi nunca sabemos en qué preciso instante sucede, en qué momento comenzó. Lo único cierto, cuando nos subimos a este tren es que suplicamos porque la otra persona también esté en el mismo vagón.
No preguntas, no respuestas, si el corazón golpea tus costillas, si su olor es la fragancia de tu cuarto, si sonríes en medio de la nada, qué más da, ya no estás en el mismo lugar, probablemente se trate de un mundo invisible, que basado en una ilusión ha empezado una revolución.
Sí, todos lo sabemos, lo último que querías era enamorarte. Trabajas con gente que vive bajo la ansiedad de un mensaje o cualquier sonido que provenga de sus teléfonos, y eso si que te molestaba, hasta que te enamoraste.
Por esta y muchas razones, es más digno y valiente quien se enamora, que este sea “amor eterno” o un eterno resplandor de un recuerdo, ya lo sabrás, por ahora deja que las señales sean esos pasos que te lleven al lugar donde probablemente quieras estar.
Enamórate de quién te has enamorado, porque espera que lo mires a los ojos y le digas que estás enamorado.*
*Con derecho a réplica.
