Ellos no tienen absolutamente nada, son dos extraños refugiados por error en una misma caja de sordos laborales. Ella desespera con sus manos, no asume nunca una postura de silencio, al contrario, se mueve bajo un compás insulso buscando melodía marciana en aquel extraño.
Él es ciego frente a espectadores, no sospecha ni da sospechas. Sabe que los sordos ven, reposa en su mente una melodía que lo aleja de lo mundano, la guarda solo para él. Es posible que mañana ya no sean sordos y que suene una melodía marciana en altavoz. Pero si es eso es posible, no se extrañen que siga siendo un error, porque aunque lo tengan absolutamente todo, no dejan de verse como el silencio de los dos.
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