Lo Último
Inicio » Privado De La Libertad

Privado De La Libertad

Ya no hay magia escondida detrás de la luna, su eterno brillo ya no acompaña más mis pasos, ahora manejó de día y tan pronto como él se acerca el ocaso me encierra y me siento privado de la libertad.

Me envuelvo debajo de las sábanas de mis miedos, frustraciones y tristezas esperando que en ellas de alguna u otra forma encuentre las fuerzas y la salida.

Miro otra vez el reloj, marca las 7:39 pm solo cinco minutos han pasado, pero mi mente ha recorrido los últimos diez meses, diez meses en esta prisión; encerrado, condenado a ser parte de la corrupta, insensible, arrogante e ignorante sociedad.

Sigo Privado de Mi Libertad

Miro a mi alrededor y ahí está mi compañero de celda, 40 semanas han pasado y aún recuerdo cuando lo vi por primera vez entrando a esta mazmorra, con su vestido elegante, zapatos bien lustrados y corbata bien amarrada.

Intento no distraerme con todo el mar de incoherencias que salen de su boca, -que dios esto, que dios aquello – habla incluso del libro “sagrado”, se refiere a él como un cuento para dominar mentes débiles y para esclavizar, (debo admitir que en esto último estamos de acuerdo), pero cuando estoy dispuesto a confiar en él y en su retórica suenan las campanas de la iglesia, ¡son las doce del mediodía, debo ir a la misa! exclama y antes que termine de sonar el último repique, este hombre -en el que pensé que podría confiar- está allá sentado en la primera fila, asistiendo al ritual, mostrando su formidable figura, desfilando su elegante traje, viviendo de las apariencias, alimentando su ego.

Esta es la descripción más precisa que podría dar de él y así fue como se presentó, como la persona que engaña sus conocimientos, que le miente a su razón y se contradice con sus actos solo para ser aceptado, aceptado por una sociedad que se alimenta de la suciedad, seres carroñeros en eso nos hemos convertido.

Yo todavía intento escapar de la realidad y me encierro en mi celda, -sigue siendo el lugar más seguro- me escondo, me pongo mi disfrazas y mi máscara, intento esconder la tristeza y el dolor. ¡Maldito alcohol!; borra mi memoria, desearía vivir ebrio todos los días para sentir por un instante que la soledad ya no hace parte de mí.

¡Ya No Hay Más Alcohol!

Exclama esa voz en mi mente, solo queda el dolor que seca mi corazón y quema mi alma. ¡Malditos! ¡Malditos! los maldigo por convertirme en uno de ellos, por haberme cegado por poner vendas en mis ojos por convertirme en lo que siempre odie.

Maldita suciedad se ha robado lo mejor y solo me ha dejado impregnado con su falsa y mezquina realidad.