Inspirados en el libro Klara y el sol de kazuo ishiguro, escribimos Máquina esperanzada, donde hablamos de algoritmos y esperanzas, inteligencias artificiales y humanos, motivados por el lenguaje que mueve todo el engranaje y donde cada palabra es un acto de fe.
La esperanza –dijo–. Esa maldita cosa nunca te deja en paz
Klara y el sol
En la entrada de mis ojos se cruzan Ava y Klara. Dos ficciones: ambas, Inteligencias artificiales que cuestionan lo humano. La primera tiene un plan y el plan es algoritmo. La segunda, tiene una esperanza y las esperanza está hecha de la misma sustancia del alma.
El algoritmo y la esperanza funcionan de manera similar porque tienen en su centro al lenguaje. Los circuitos y la oración funcionan con repetición y movimiento. La máquina se despierta, lee, escucha, conoce, predice, guía, aprende y recuerda, atrapada por un diseño que calca la predestinación. El lenguaje mueve todo engranaje, no se puede negar: cada palabra, cada signo, aunque artificial, es un acto de fe: como decir agua y beber.
Descifrar la esperanza que alberga una máquina, aunque parezca estúpido, podría dejarnos apreciar a la vieja gris de 400 libras que nos regala, en los días de calor, cubitos glaciales. Veríamos en el artículo viejo al dinosaurio de la inteligencia artificial y nos beberíamos su alma, quizá.
Ava y Klara son ficciones del cine y la literatura: ambas, Inteligencias artificiales. La primera podría hacerte dudar y la segunda, podría darte la esperanza, aunque arda como una herida de sol. Ambas nos miran, ¿Nos ven humanos?
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