¿Cómo se explica tal cosa? es un artículo inspirado en el thriller psicológico erótico La Doncella en el cual dos mujeres narran, cada una desde su lugar personal, un encuentro erótico que por sí mismo conduce a un desenlace inevitable.
¿Cómo Se Explica Tal Cosa?
“Los poetas aman las palabras
Cristina Peri Rossi – Evohé
y las mujeres aman a los poetas
con lo cual queda demostrado
que las mujeres se aman a sí mismas.”
Anoche soñé con ella. Me llamó a su habitación por una pesadilla que le impedía volver a dormir. Me puse de rodillas al borde de la cama y acaricié su lacio cabello diciendo cosas que no tienen sentido; como que solo fue un sueño, que ya pasó, que todo va a estar bien. Me pidió quedarme a su lado por temor a otro mal sueño, levantó la mitad de la cobija y se giró hacia un lado de la cama como señal de permiso. Me recosté a su lado, espalda contra espalda, observando el baile de sombras que dibujaba la vela consolando el pobre invierno, hablando de cosas irrelevantes que son el antídoto perfecto para espantar los malos sueños. Yo estaba tensa de deseo acostada a su lado fingiendo naturalidad. Me habló acerca del hombre que la pretende: ¿cómo sabría si de verdad la ama?, ¿cómo era estar cuerpo a cuerpo con alguien? Se giró y me pidió que le explicase cómo era un beso. ¿Cómo se explica tal cosa? Tomé un dulce de la mesa de noche y lo pasé por mis labios. Una, dos, tres veces, llené de dulce su boca. Me aparté. No es posible explicar un beso de otra forma, así como tampoco es posible poner palabras donde solo caben las miradas. Me tomó por el cuello con sus manos frías y me acercó hasta su boca que devoró con la torpeza natural de un primer beso.
Anoche fingí tener una pesadilla para llamarla a mi habitación. Vino corriendo al borde de mi cama donde se puso de rodillas, tocó mi cabello con suavidad y me dijo cosas lindas; como que ya pasó, que solo fue un sueño, que todo estará bien. Le pedí quedarse conmigo deseando el consuelo de un cuerpo junto al mío con la excusa del temor de otro mal sueño. Deslicé la cobija para que entrara en ella mostrando mi espalda bajo la tenue luz de la vela. Le hice preguntas irrelevantes para distraer la tensión de su espalda contra la mía. Ella respondía con naturalidad pretendiendo de verdad distraerme de la falsa pesadilla. Después de un breve silencio le pregunté, como si me importara, acerca del hombre que me pretende; ¿de verdad me ama? ¿cómo es estar cuerpo a cuerpo con alguien? Su respiración cambió de ritmo, me giré y le pedí que me explicara cómo era un beso, si es que lo sabía. No dijo nada. Se levantó y de la mesita junto a la cama sacó un dulce, lo pasó sobre sus labios, acercó su cabeza a mi almohada y puso su boca sobre mi aliento. Una, dos, tres veces probé la dulzura de su sabor siendo mío. Se apartó y sus ojos dibujaron palabras en mi mente. La tomé del cuello y la acerqué hasta mi boca. La besé con las ansias torpes de un primer beso. Pasé mi lengua por la suya, mis labios por sus labios, mi aliento por el suyo.
— Bajé mis manos hasta sus hombros que besé con suavidad.
— Le pedí que me explicase cómo era sentir a alguien en el deseo de la piel.
— Me besó una vez más y tomó el camino de mi cuerpo.
— El cuello, los hombros, el vientre.
— Las piernas, los tobillos, los dedos de los pies.
— Emprendió camino de regreso para posarse entre mis piernas.
— Me miró con los ojos llenos de brillo.
— Se sumergió para siempre en el manantial de mis deseos.